Miércoles Santo en la ciudad de la Alhambra, del Generalife, en definitiva, la capital del antiguo Reino de Granada. Sale el Señor de Meditación, sentado en una peña, esperando a ser Crucificado, pensativo y con la mirada baja. Nos lo encontramos sólo en un monte calvario de lirios morados.
Suena una marcha en la Plaza de la Universidad, mientras poco a poco, con esfuerzo sus costaleras van dando sus primeras chicotás en la calle. Toda la plaza huele a incienso, mientras los sones de la agrupación musical que acompañan al Señor de los Estudiantes se entremezclan con las ordenes de la capataz del paso. Multitud se agolpa para ver la salida del "Sentaillo" y se emociona a cada paso y chicotá de las costaleras.
Suena una bandurría y una guitarra. Es la tuna que ha venido a tocarle y cantarle a su Señor como cada Miércoles Santo. Se para un instante el discurrir de la Hermandad para este momento. Mientras, la multitud escucha y presencia el momento en silencio, silencio que es roto con el aplauso de todos aquellos presentes.
Una llamada con el martillo de la capataz, hace que de nuevo, el paso se levante y siga su marcha por la Granada que una vez conoció al Señor de la Meditación como el Señor de la Hermandad de los "negros" en otra época lejana.
En su "casa", otro año más, se ha quedado su Madre, nuestra Madre, María Santísima de los Remedios. Madre lo es de cada uno de aquellos muchachos y muchachas de la Universidad que buscan ser algún día personas de provecho. Pero ya queda menos para verla a Ella también por las calles de Granada.
Al rato, el silencio y la normalidad vuelven a la plaza. A los lejos suenan los sones de la Agrupación Musical Dulce Nombre de Jesús que acompañan al Señor de la Meditación. Pero este silencio y normalidad volverán a romperse cuando, ya por la noche, la Hermandad y su Señor vuelvan a su "casa" para despedirse hasta el próximo año, que si el tiempo lo permiten, vuelvan a salir a las calles de Granada para hacer estación de penitencia.