Misericordia Señor, es aquella que les da a aquellos que te crucificaron y Piedad, Reina de San Sebastián, a los pobres e ilusos que mataron a tu Hijo.
Viernes Santo, Viernes donde la Misericordia de un Hijo y la Piedad de una Madre, se cogen de la mano para darlo a una Almuñécar que necesita verlos en la calle y un barrio entero que se desvive por verlos cada año por sus calles.
La tarde del Viernes Santo, es la tarde en la cual vemos a María al pie de la Cruz cogiendo a su Amado Hijo muerto. Ese Hijo que predicó y enseñó la Palabra de su Padre por toda Jerusalén, esa Jerusalén que se convierte Almuñécar durante una semana, y que murió en la Cruz, pidiéndole el perdón al Padre Eterno por aquellos que lo habían crucificado.
Niño, ya sale la Piedad, con su Hijo muerto entre sus brazos. La emoción y la tristeza recorren cada paso de esta Virgen triste, de rostro compungido que coge entre sus brazos a su Amado Hijo, inerte, sin vida.
Debajo, portando tan bella como triste estampa, sus otros hijos. Esos que la consolan y le dan ánimos en estos duros momentos. Horquillero consola a tu Madre que está triste y afligida con ese dolor tan grande por perder a su Hijo.
Cerca de la madrugada entras Reina y Rey en tu barrio que os esperan con los brazos abiertos. Cada paso es una constante de emoción entre los vecinos fieles de tu barrio, Señora de la Piedad.
Ya llegas poco a poco a tu Ermita, que es tu "casa" durante todo el año, con tu Hijo en tus brazos. Ya no falta ná, para llegar a esa plaza donde tu barrio entero te espera, antes que entres en tu "casa".
Adiós, Reina de la Piedad y adiós, Señor de la Misericordia. Hasta el próximo año. Me despido de la que fue mi Reina y Rey durante un tiempo, y lo seguirán siendo en mi corazón cofrade y cristiano.